Lectura de mañana

viernes, 29 de febrero de 2008

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Despierta el día, y yo con él. No tengo ganas de levantarme aún. Extiendo mi brazo y tomo el libro de la mesita de noche. Hace días empecé a leer a Doris Lessing, “El cuaderno dorado”. La historia empieza con una larga conversación: primero dos amigas, luego llega el exmarido de una de ellas, por último entra el hijo de la misma.

Una conversación llena de sugerencias, de colores, de ideas. Una conversación que parece tan cotidiana y al mismo tiempo va enseñandonos la textura de las letras de la autora.

El fin de semana terminé un libro de cuentos que me regaló una muy querida amiga: “Amores que matan” de Rosa Beltrán. Me quedan dos cuentos en la mente: uno sobre grafitti en el baño, divertido, con buen sentido del humor; otro de un poeta que trata de robar a la mujer que lo seduce o de la cual se deja seducir para robarla. En este último llega a verse la capacidad de la autora de conocimiento humano, que para mí es la base de la buena literatura.

¿Qué estarás leyendo estos días? ¿Algo que me recomiendes leer?

De mañana

miércoles, 27 de febrero de 2008

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Hoy amaneció más frío que los últimos días. Lo sentí al correr por el parque. Me acompañó Serrat en el ipod, con los poemas de Miguel Hernández. El viento soplaba del sur y me encontraba cuando corría por la acera oeste. Sentí un escalofrío y me tape las manos con las mangas de la playera.

Como todos los días saludé a mi amigo el señor que registra la llegada y salida de los Ruta 100. Me deseó buen día y me dijo que me cuidara. Correr me lleva al momento en que estoy, es como una meditación en movimiento. Un pie, luego otro, mi respiración. Disfruto especialmente de la trancisión de la oscuridad a la luz de mañana. Hoy amaneció un poco gris.

Corrí de regreso a casa por las calles llenas de jacarandas en flor, lo único que me reconcilia con la primavera. Al pasar por casa de mi vecina oí las escalas que hacía con su voz. Otros días la he oido cantar arias.

Llegué a moler el café que viene de San Cristobal, ponerlo en la cafetera italiana y esperar a que mi perra con nombre de nube me avisara que estaba listo.

Cuando inician así los días sé que todo será perfecto. ¿Cómo será que inicia un buen día para ti?

Humedad

viernes, 22 de febrero de 2008

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Tengo la humedad atrapada entre mis piernas. Es la que queda de anoche en que me inundé entre tus brazos.

El día ha sido complicado, como suelen ser los jueves: reuniones, llamadas, preguntas de los analistas. Cierro los ojos un instante, pienso en tus manos recorriendo mi cuerpo, deteniéndose en los lugares que conocen y desean. Pienso en tu lengua que toma la sal de mi piel y mi entrepierna y la saborea. No puedo borrar el recuerdo de anoche, vienen imágenes cargadas de presencia, quiero más de tus manos mas de tus labios. Quiero más de ti en mí.

Suena el teléfono y me trae al momento. Contesto con monosílabos, no quiero que nada se entrometa y me desvíe de mis recuerdos. Cuando cuelgo apareces de nuevo en mi cabeza, ahí estás del otro lado de mis deseos y yo siento tu aliento en mi oreja y oigo tus palabras meterse por mis poros.

Me reconforta la rápida promesa de repetir la humedad de anoche.

El llanto silencioso de la noche

martes, 19 de febrero de 2008

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Para ti, que me lees y no me escribes, porque tus palabras llegan de todas formas.


Regresó el insomnio apenas te fuiste. Dicen que es el llanto silencioso de la noche. Yo más bien lo encuentro como la tortura de tu vacío. Estiro el brazo inútilmente, sé que hoy no te encontraré. Y sin embargo es tan fuerte tu presencia de las noches anteriores que me parece sentir la temperatura exacta de tu cuerpo y logro reconstruir tu olor a miel y humo.

Me estrechas con tu brazo izquierdo y me jalas hacia ti, tu mano cae distraidamente y se acomoda en mi seno derecho. Me murmuras “acércate más” como si nuestros cuerpos totalmente pegados pudieran estar aún más cerca. No discuto la imposibilidad y empujo mis nalgas hacia tu vientre, “¿así?” pregunto y solo siento tu suspiro en forma de respuesta.

La luz entra por una rendija donde la cortina quedó desacomodada. En la noche cambiamos de posición y ahora son tus nalgas las que están en mi vientre. Estiras tu mano en busca de la humedad entre mis piernas. Yo te busco y te encuentro ya listo. Te doy la vuelta y busco tu aliento, me lo como y te saboreo en él antes de besarte. Me penetras y el universo se transforma.

Confesiones a la luz de un café caliente

viernes, 15 de febrero de 2008

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De mí se puede decir:

… que soy neurótica, y lo soy, especialmente en lo que se refiere a la forma de preparar el café de las mañanas y al no dejar que nada lo interrumpa, mas que una plática interna o con buenos amigos.

… que me gustan los días lluviosos y fríos, pero sé disfrutar de los días soleados en la playa o el mar.

… que no me gusta levantarme temprano ni correr, pero me levanto tres o cuatro veces por semana y al regresar me siento feliz de haber corrido.

… que disfruto la soledad más que cualquier otra cosa, y sin embargo prefiero la compañía de buenos amigos especialmente si hay un buen café o algo de tinto.

… que me gusta el viento sobre todo si estoy en un velero en el Mediterráneo o el Mar de Cortés.

… que amo la literatura, las letras y las palabras, también que puedo pasar una tarde entera sin levantarme del sillón en que estoy leyendo una novela.

… que cotidianamente me cuido el peso, pero nunca dejo de comer algo que me gusta o de probar aquéllo que no he comido.

… que me gusta ver las estrellas, aunque sólo reconozca a Orion y a Polaris sin la ayuda de una guía.

De mí puedes decir que me quiero enamorar para siempre, pero que amaré (como dice un buen amigo) sólo mientras dure.

Anticipo nuestro encuentro.

miércoles, 13 de febrero de 2008

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Disfruto las caricias de tus palabras antes de poderlas sentir en mi piel.

Sonrío al traer hasta aquí tu presencia, esa que siempre queda pendiente de mí, e hilvana los planes, el horario de mi llegada. En pocos días nos veremos.

Sé que besarás mis labios suavemente cuando llegue y desearé tenerlos en mi cuello, muy cerca de la nuca. En el camino, pondrás mi dedo índice entre tus labios, lo acariciarás suavemente con tu lengua, dejando que adivine lo que sentiré cuando ésta recorra otras partes de mi cuerpo. Me desvestirás con tu mirada y luego con tus manos de artista me harás sentir en rincones que tenía olvidados. Pasaremos esa primera noche tocándonos y hablando con murmullos para no despertar al tiempo y tener una noche más larga.

Al llegar la mañana siguiente, sólo estará mi olor en tu entrepierna cuando recorra con mi lengua todo tu cuerpo.

Del insomnio y del dormir

lunes, 11 de febrero de 2008

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Me levanto y cierro la puerta de la recámara para no oír el reloj de péndulo. Siento que el tictac me persigue, no logro respirar a su ritmo; siento que me va correteando y no logro descansar.

Las campanadas las sigo oyendo: la 1, las 2, sigue aumentado el número y yo sigo despierta pero atontada. No logro tomar el libro que está en mi buró para leer, por lo menos algo en que pasar el tiempo y no en estos pensamientos desordenados. Tengo la idea que si logro seguir uno de éstos hasta el final, desaparecerá el desorden y podré dormir.

No lo logro, todos las ideas se escabullen cuando trato de seguirlas, ¿o será que mi concentración no es buena a esta hora de la madrugada?

Trato de imaginarme en otra cama, alguna en la que he estado u otra en la que podría estar. Siento la profundida con la que me hundo, el tacto de las sábanas, veo la luz que entra en la habitación, oigo la respiración a mi lado o un ronquido. Estiro la mano en busca de alguno de ellos, me acurruco buscando la piel desnuda.

La noche se llena de sueños con un amante que aún desconozco, que siento a mi lado. Por fin logro descansar. Me despiertan las campanadas de las 7, me regresan a la realidad de la cama en el suelo.

De nombres que saben a chocolate

domingo, 10 de febrero de 2008

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“Por las noches, después de despedirnos, Rex pone mi nombre debajo de su lengua. Alli lo guarda y paladea, como si fuera un chocolate.” –Rosa Beltrán

Juego poniendo varios nombres debajo de mi lengua, ninguno se acomoda, ninguno se derrite como chocolate. Pienso que se me escapa el nombre que se puede deslizar fácilmente, aquél que cabe en el fondo del paladar sin lastimar las encías ni sentir que flota. Pienso otros nombres, les doy la vuelta con la lengua, los meto debajo de ella. Espero a que se derritan, ninguno libera su dulzor suavemente. Algunos se derriten rápido, como si estuvieran bajo el sol, otros permanecen enteros, inalterados. Sigo jugando con nombres, algunos saben a naranja, otros a menta o a café. Algunos tengo que masticarlos para sacarles el sabor.

Me pregunto si sabes colocar mi nombre en el fondo de tu paladar y saborearlo. O tal vez en la parte de atrás de la boca. Me pregunto si lo pronuncias sin prisa, si te detienes en cada letra y si sacas todo el sabor que tiene. Me gustaría saber que puede endulzar tu boca lentamente y que vuelves a empezar desde el principio cada noche.

A manera de inicio

viernes, 8 de febrero de 2008

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“Es hora de irme de este espacio que compartimos. No quiero seguir viviendo entre estas paredes que retienen risas y gemidos por igual” le dije, abrí la puerta y antes de cerrarla añadí “no vengas tras de mi”. Tal vez esto último no lo dije. Hubiera querido ser más dramática y definitva, articular algo como Sabina “este nunca no esconde un ojalá”. No hubo más palabras, tuvo que bastar con la actitud.

Es así como llegué a este sitio que he ido haciendo mío. Me gustan los espacios vacíos, sentir que los voy reclamando poco a poco. Me gusta el colchón en el piso, el único cuadro en una de las paredes de la estancia, y sólo tres tazas y dos platos en la cocina.

Lo único que traje conmigo son mis libros. Algunos aún están en cajas, aunque la mayor parte las he ido abriendo, siento que se asfixian. O soy yo la que muero sin tenerlos a la mano.

Recuerdo que una vez vi la foto de una recámara en una revista de diseño de interiores y pensé esa es la recámara que yo quiero: la cama rodeada de libros. Ahora es la habitación en que vivo: los libros se han ido apilando en montones de 3 ó 5, algunos en pilas más altas, y un día decidí mover el colchón al centro de la habitación.

Los fines de semana paso la mayor parte del tiempo en leer o ir al cine. Estos días he decidido sólo ver a la gente que me apetece, olvidarme de compromisos y obligaciones. En las noches me gusta pasar largos ratos con la luz apagada, viendo como entran las luces de afuera y forman figuras o asomándome a la calle desde el balcón.

El otro día me compré un caleidoscopio en el tianguis. No es de los que tienen figuritas de colores, sino tiene una esfera de vidrio y através de ésta se ven los objetos multiplicados y fraccionados. Me gusta usarlo para ver a hacia la calle. Hoy mientras jugaba con él, vi que me miraban del edificio de enfrente. Era un hombre joven, con cabello hasta los hombros, usaba lentes. Sé que me vio verlo y no se perturbó. Me gusta que me sostengan la vista aunque sea a distancia.