Me levanto y cierro la puerta de la recámara para no oír el reloj de péndulo. Siento que el tictac me persigue, no logro respirar a su ritmo; siento que me va correteando y no logro descansar.
Las campanadas las sigo oyendo: la 1, las 2, sigue aumentado el número y yo sigo despierta pero atontada. No logro tomar el libro que está en mi buró para leer, por lo menos algo en que pasar el tiempo y no en estos pensamientos desordenados. Tengo la idea que si logro seguir uno de éstos hasta el final, desaparecerá el desorden y podré dormir.
No lo logro, todos las ideas se escabullen cuando trato de seguirlas, ¿o será que mi concentración no es buena a esta hora de la madrugada?
Trato de imaginarme en otra cama, alguna en la que he estado u otra en la que podría estar. Siento la profundida con la que me hundo, el tacto de las sábanas, veo la luz que entra en la habitación, oigo la respiración a mi lado o un ronquido. Estiro la mano en busca de alguno de ellos, me acurruco buscando la piel desnuda.
La noche se llena de sueños con un amante que aún desconozco, que siento a mi lado. Por fin logro descansar. Me despiertan las campanadas de las 7, me regresan a la realidad de la cama en el suelo.
1 comentarios:
Esas noches pueden conmigo, si no duermo, si me desvelo, enloquezco poco a poco.
Besos y sueño.
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